La Inteligencia más humana
Inteligencia. ¡Qué palabra grandilocuente! La capacidad para aprender a encontrar patrones, y proyectarlos a futuro. Ni más, ni menos. Y, tras esa definición tan prosaica, surgen, de forma casi milagrosa, la poesía más sutil, la música arrobadora, la pintura, todo lo que nos eleva hasta lo sublime. Porque, amigos, así es la inteligencia. Esa capacidad para aprender a encontrar patrones y proyectarlos a futuro, esconde todos los misterios que estremecen hasta lo más íntimo a los seres humanos.
Y ¿cómo se puede llegar a la inteligencia? ¿De dónde emerge -palabra elegida con toda la intención- la magia de la humanidad? La capacidad para entender el universo, la materia, la energía, la delicadeza para componer sinfonías o conmover con poesía, la literatura, el amor, la sonrisa, el humor, las lágrimas, la tristeza, la nostalgia… Todo proviene de neuronas -ya sean orgánicas o artificiales- “a cascoporro” (de nuevo la palabra la he elegido con toda la intención), en cantidades ingentes, cuantas más mejor.
Pon muuuuuchas neuronas -capacidad de computación-, conéctalas entre ellas, y contempla anonadado la emergencia. No hay mejor espectáculo.
Entonces… ¿superará la inteligencia artificial a la humana? Sin duda. Es solo cuestión de tiempo. Os invito a leer las últimas siete páginas del magnífico libro MANIAC, de Benjamín Labatut (gracias a Alfonso Ortega, uno de nuestros curiosos más insignes, por su acertadísima recomendación de este libro). En estas últimas siete páginas, se narra cómo, después de que Alpha Go, la IA de Deep Mind, derrotase a Lee Sedol, como bien nos contó JoseRa, y a Ke Jie, su sucesor “humano” como campeón del Go, los expertos de Deep Ming decidieron llevar a cabo otro experimento: ¿Hasta donde podría llegar el sistema?, se preguntaron.
De repente, intuyeron que la forma de entrenar a la IA, introduciendo en el algoritmo millones de Partidas de Go que habíamos jugado los humanos, quizás era una forma de limitarlo. Despojaron a Alpha Go de todo su conocimiento humano, esos millones de partidas con el que el algoritmo había sido entrenado, y, una vez lo habían convertido en una tabla rasa, y le habían privado de cualquier contacto con nuestra especie, simplemente le pidieron que se entrenase jugando millones de veces contra sí mismo. El resultado fue aterrador. El nuevo programa ganó 100 partidas consecutivas frente a la versión de Alpha Go que había derrotado a Sedol. Después, la entrenaron con el ajedrez, y demostró ser igual de poderosa. Tras sólo cuatro horas de entrenamiento, derrotaba a cualquier oponente humano. Luego, lo entrenaron con el Shogi, y lo dominó en menos de doce horas. En todos los casos, la IA no consideró ninguna experiencia humana. Simplemente, le dieron las reglas del juego y lo dejaron jugar contra sí mismo. Y, al cabo de poco tiempo, era imbatible. Esa nueva IA se llamó Alpha Zero.
¿Cuál es el aprendizaje? La experiencia humana, la inteligencia humana, limita la capacidad potencial de la inteligencia artificial. Si esto lo extrapolamos a IAs generativas, como Chat GPT, que han sido entrenadas con datos y conocimiento humano, ¿os imagináis donde podría llegar una IA con muchiiiiiiiísimas neuronas artificiales (verdaderamente “a cascoporro”), y que, en lugar de ser entrenada con experiencia humana, se entrenase directamente con su percepción sensorial del mundo, de la realidad? Hoy por hoy aún es imposible. Pero dentro de poco será factible. Y en ese momento, os lo aseguro, podremos tener frente a nosotros un Alpha Zero integral y general, que entienda la realidad cientos de veces mejor de lo que lo hace el mejor de los humanos.
Cuando eso suceda… ¿qué será de nosotros? ¿Tendremos que dar la razón a los tremendistas “se acaba el mundo” de los que nos hablaba JoseRa? Sinceramente, creo que no. Como bien nos dijo, los que más ansias de poder y de control tienen, no son necesariamente los más inteligentes.
Creo, sinceramente, que la relación entre la IA y los humanos, en el momento en el que la primera sea muy superior a la inteligencia humana, se parecerá mucho a la relación que hoy tenemos las personas con mascotas como perros y gatos.
Cuando veo a alguien sacando a pasear a su perro, me pregunto quién es de verdad el amo. Cualquiera de nosotros diría -incluso así lo dicta la ley- que el amo es el ser humano, que lleva la correa. Pero mirémoslo desde el punto de vista del perro: Hay un humano que se ocupa de que jamás le falte comida, le mantiene a cuerpo de rey, en un lugar acogedor, juega con él, le divierte y entretiene, le rasca la barriga e incluso le besa, le proporciona todo el afecto que necesita y algo más, e incluso, cuando defeca, le recoge las cacas. Visto desde ese prisma, parecería que el amo es el perro, que tiene su servicio a un ser mucho más inteligente que él, que le proporciona una vida formidable.
¿No os parece que, en un futuro no tan lejano, los seres humanos ocuparemos el lugar de los perros, y será la IA quien lleve la correa? ¿Quien se asegure de que no nos falte de nada, que estemos bien alimentados, que vivamos en un lugar acogedor, que juegue con nosotros y nos divierta, que nos haga cariñitos para que nos sintamos afectivamente queridos, que nos mantenga activos físicamente, y que nos recoja las cacas?
Pensadlo. Quizás no esté tan lejos.