¿Qué es todo esto?

Es complejo hablar de temas complejos. Y ¿cuál no lo es? Hables de lo que hables, si tiras del hilo, terminas siempre encontrando ese punto de complejidad, a partir del cual, solo eres consciente de tu impotencia. Solo eres consciente de tu inconsciencia.

Cuando empiezo a tener confianza, suelo mencionar lo que yo llamo el nivel de consciencia. Con ese término, aludo a la capacidad para mirar a la realidad de frente, evitando creencias que no se sustentan en nada más que -a lo sumo- en un deseo. Aludo al interés por plantear preguntas incómodas, preguntas que ponen de manifiesto nuestras lagunas y que nos ayudan a desmontar los castillos de naipes sobre los que, a su vez, construimos nuestro día a día.

Si me preguntáis por mi propósito -como dije ayer, me es lícito buscarlo, ya que soy humano- quizás sea elevar al máximo mi nivel de consciencia. Dicho de otra forma, intentar entender mejor “qué es todo esto”.

Ayer, traté de hablar del tema más complejo: la existencia, la vida, la muerte, el yo, la individualidad que formamos cada uno de nosotros y que nos resistimos a abandonar. El hecho de que todo tenga un final, sencillamente porque estamos sometidos a los dictados de un tiempo que -por otro lado- en el sentido estricto, tiene una existencia cuestionable.

Cuanto más pienso en ello, cuanto más intento aprender sobre el universo, sobre la vida, el ser humano, el cerebro, el YO, el tiempo, sobre las piedras angulares de la existencia, más lagunas y preguntas incómodas se plantean. Cuanto más lejos llego y más profundo pienso, soy más consciente de lo poco que entiendo. Pero, de repente, y sin saber por qué, tienes un momento de lucidez. Unes varios puntos, y un destello te permite contemplar un poco, solo un poquito, de la inmensa complejidad que es “todo esto”. Y ese fugaz instante te compensa, te genera un orgasmo intelectual que te empuja a seguir adelante, a unir otros puntos inconexos, y a descorrer un poquito más el velo.

Ayer me preguntaban: ¿de verdad te hace más feliz el intentar conocer mejor “qué es todo esto”? No sé, la verdad, si me hace más feliz. Máxime cuando, de lo que sí estoy absolutamente seguro, es de que, a lo sumo, conseguiré asomarme siquiera por un instante a una rendija del cortinaje que nos oculta “qué es todo esto”. Pero lo que sí sé, es que no puedo evitar dedicarme a ello con todo mi ahínco.

Porque, como bien nos recordó al principio de la charla Carlos Briones -sin duda lo mejor de la noche- “pude no ser”. Y cualquiera de vosotros “pudisteis no ser”. Pero somos.

Os transcribo abajo el magistral poema de Carlos. No se me ocurre mejor forma de acabar esta reflexión. Hay cosas que solo pueden comunicarse con la belleza de la poesía.

PUDE NO SER

Pude no ser, lo sabes,

no haber surgido nunca.

Pudieron agua y rocas,

atmósfera, energía

–y aquellos mensajeros llegados del espacio

en un tiempo sin rumbo y sin memoria–

construir escenarios

que no fueran pisados

por actores que dudan y se abrazan.

Pudo un silencio oscuro

envolver las butacas del teatro.

Pude no ser, mas fui:

no sé cómo, ni dónde,

ni cuántas veces tuve que inventarme.

Quizá emergí como la consecuencia

de un planeta propicio,

cada vez más complejo,

o tal vez fue el azar

quien levantó el telón sin proponérselo.

Y comenzó esta obra

sin guion, sin sentido, sin un final escrito.

Crecí como la luz que crece como un árbol

de intrincadas raíces:

dos ramas, luego tres,

después miles, millones, enlazándose…

Y en una de ellas tú,

fruto reciente,

orgulloso Homo sapiens,

tratando de entender

nuestros orígenes.

No serías si yo no hubiera sido.

Y cuando ya no seas

sabes que yo, sin ti,

seguiré siendo.

Carlos Briones, 2022