¿Te has parado a pensar?

¿Te has parado a pensar?

¡Cuántas veces utilizamos esta frase como una fórmula hecha, sin reparar en su significado!

No. Nos paramos muy raramente a pensar. Hablamos mucho, escuchamos poco y no pensamos casi nada. Quizás nos falta alguien que, cómo Álvaro, simplemente ponga delante de nuestras narices una fotografía de una Ficus Áurea… ¡y ya! Sin preguntas, sin una sola letra a su lado. Para incentivar pensar. Y contribuir a que él piense.

Álvaro, desde su sencillez y haciéndolo todo muy fácil, consiguió que el pasado jueves nos parásemos a pensar. Se nos hizo corto. Hubiéramos querido seguir pensando. Quizás para pensar más necesitamos matronas del pensamiento, como Álvaro.

Pensar. Entender el mundo que nos rodea. Preguntarse qué es todo esto. Cuando pensamos, ¿somos el universo pensándose a sí mismo, tratando desesperadamente de interpretar qué es?

Yo, si tengo qué elegir una pregunta (ya nos lo recordó Álvaro, esto va de preguntas) elijo la de ¿qué es todo esto?. Ni ¿qué sentido tiene?, ni ¿por qué?. Estás dos últimas preguntas son, en sí mismas, improcedentes.

Solo atisbar ¿QUÉ ES ESTO? ya significaría arribar a Ítaca con todos los honores.

Sin embargo, pensar en la ética y la moral, la salvaguarda del alma, como decía el gran sabio Sócrates, no deja de ser un ejercicio de onanismo humano. Empieza y acaba en nosotros. Son las normas de conducta básicas de las que nos hemos dotado para gestionarnos, para convivir y para sobrevivir, máxime siendo una especie violenta en extremo. En el fondo, decidir si es mejor permitir que el tren atropelle a los cinco desdichados que se interponen en la vía o desviarlo para qué atropellé a una única persona, o incluso empujar al gordo, es irrelevante para el universo. Solo nos importa a mí, a ti, a los cinco, a la víctima alternativa, al gordo y a una especie nimia que, por chamba, ocupa el planeta Tierra y que es más efímera que el suspiró que tú yo estamos dando en este momento.

¿O no? ¿No es esa especie una parte del mismo universo y, con todos sus orgullos y miserias, el sujeto y el objeto del QUÉ sobre el que pensar?

¿O no? ¿O sí? La duda. Junto con la pregunta, la mayor fuente del pensamiento. Como decía Montaigne, “¡qué buena almohada es la duda para una cabeza bien equilibrada!”. Esta frase ¡exasperaría a tantos notables e importantes de hoy en día!

Pensar. Parémonos a pensar.

Y, por cierto, si os gustó el dilema del tren, os recomiendo un libro en el que encontraréis otros cien retos de pensamiento similares: “El cerdo que quería ser jamón”, de Julian Baggini. Una interesante “tabla de gimnasia para pensar”.